Mi madre solía explicarme cuentos de hadas algo más pasados que los que yo cuento ahora. Sobre princesas con vestidos pomposos, brillos de labios que duraban toda la noche, y zapatos de cristal que al pisarlos, no se rompían. Solía explicarme que sólo había que esperar, para que el amor de tu vida picara a tu puerta, pero después de pasarme noches y noches sentada en el porche de mi casa, esperando a que ese caballo y ese hombre vinieran, sé a ciencia cierta que el amor no pica, no encuentra y no existe. No es como una novela, ni siquiera como una historia. El amor llega así, de repente. Con fuerza, desilusión, egoísmo. Llega tal y como tiene que llegar. A veces más duradero, otras más doloroso, y simplemente a veces ni llega.También una vez pensé que tal vez escribiendo, el amor llegaría antes y tal y como yo lo pintaba. También pensé en dibujarlo, en cantarlo, o incluso en recitarlo para que el viento se llevara mis palabras y el destino lo escuchara.Pero no, no sirvió de nada.Cuando llegó, llegó imperfecto. Llegó roto, tal vez dolorido. Y me costó arreglarlo. Me costó moldearlo a mi forma, a mi manera. Tal y como yo lo había deseado.Porque el amor, no es más que palabrerías y besos dulces con sabor azúcar glas. Sólo tú eres la única que puede escribir como quieres el amor, y después construirlo.Porque enamorarse no es cuestión de segundos, de minutos, ni de horas. Es cuestión de tiempo. Y ese tiempo es el único capaz de poner a dos personas en el lugar que les corresponde.
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